La visitación de Maria a Isabel
Maria se dirige a la montaña de Judá para visitar a Isabel y pasar un tiempo con ella. Podemos suponer, aunque Lucas no lo explicita, Maria llega a la casa de Zacarías e Isabel es para ayudarla en los últimos meses de su embarazo. Aunque realmente el motivo no tiene demasiada importancia, sinó comprobar como nuevamente Dios se vale de los acontecimientos cotidianos para revelarse a cada uno de nosotros.
Isabel, la misma que era estéril y, por la gracia de Dios, había concebido un hijo cuando su edad era ya avanzada, la misma que se había ocultado una vez ya embarazada, descubre, en el mismo instante en que escucha el saludo de María, que el niño que la joven lleva en su interior, es el Señor. Seguramente, durante los meses que habían transcurrido desde el anuncio del ángel a Zacarías, durante el tiempo en que su hijo iba creciendo en su seno, Isabel había ido asumiendo la presencia de Dios en su vida, y no solo la presencia, sinó su acción. Lo había ido asumiendo poco a poco, entendiendo cada vez con menos reparos cuál era la voluntad del Señor. Por eso, cuando escucha la voz de María, su corazón le da un vuelco "saltó de gozo el niño en su seno e Isabel quedó llena de Espíritu Santo" Sin haberse dejado impregnar pausadamente por Dios no se hubiera llenado de Espíritu Santo, en aquel instante, y sin la gracia de Dios, sólo por si misma no hubiera reconocido a María como "la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor"
Isabel, después de asumir la voluntad de Dios, sabe reconocer en María que la que se fió del Señor sin contemplaciones, con humildad y con total entrega. Isabel reconoce la valentía de María, y no lo hace con envidia, sinó con el gozo de tenerla junto a ella.
A María también la tenemos junto a nosotros, junto a mi, todos los días de mi vida, acompañándome en mis anhelos, en mis necesidades, en mis inquietudes como madre que es, pero he de darme cuenta que para reconocerla tengo que llenarme del Espíritu Santo, es decir, tengo que aceptar, como Isabel, la voluntad de Dios y no imponer mi rotunda humanidad y así, aunque me pregunte "quien soy yo para que la madre de mi Señor venga a mi" María saldrá de Nazaret todos los días a mi encuentro, aunque yo viva en la más alta de las montañas o en el más profundo de los abismos.
17/09/2012
16/09/2012
Una lectura de Lucas (Lc. 1, 26-38)
Anunciamiento del nacimiento de Jesús
A los seis meses del anuncio a Zacarías, el ángel Gabriel vuelve a realizar el anuncio de otro nacimiento, el de Jesús, y en esta ocasión, a la madre, "una virgen prometida a un hombre llamado José (...) la virgen se llamaba María" La joven María, al contrario que el anciano Zacarías, acepta el anuncio y solo se pregunta como concebirá un hijo "¿cómo sucederá eso si no convivo con un varón?" Cuando el ángel le responde que "el Espíritu Santo vendrá sobre tí" ella responde con total entrega "Aquí tienes a la esclava del Señor, que se cumpla en mi tu palabra"
El relato de Lucas nos conduce a dos respuestas bien diferentes ante la voluntad de Dios. En la primera Zacarías recibe el anuncio de que sus oraciones han sido escuchadas y su mujer concebirá al hijo tan deseado. Dios le concede el gran afán de su vida, posiblemente cuando ya no lo esperaba por su edad, y a pesar de recibir esta gran alegría, su actitud es de desconfianza respondiendo desde su profunda humanidad exigiendo garantías del cumplimiento de la palabra de Dios.
María, sin embargo, responde desde la confianza en Dios. Ella no había pedido tener un hijo, y mucho menos al Hijo de Dios. Sabe que su situación será difícil puesto que José la puede repudiar, puede ser rechazada por su pueblo, y sin embargo, su confianza en Dios es total, de manera que se entrega totalmente, en cuerpo y alma, como la esclava del Señor, a la voluntad del Padre.
Esta actitud de María diciendo sí a Dios, es una lección constante para mi. Dejarse en las manos de Dios, humildemente, sin preguntarse nada, sin agobiarse por el qué dirán, por cómo saldrán las cosas, por cómo serán los resultados. La manera de decir sí de María me enseña el camino para poder sí yo también y no estar exigiendo pruebas a Dios como Zacarías. María, como siempre, es mi camino para llegar a Dios.
A los seis meses del anuncio a Zacarías, el ángel Gabriel vuelve a realizar el anuncio de otro nacimiento, el de Jesús, y en esta ocasión, a la madre, "una virgen prometida a un hombre llamado José (...) la virgen se llamaba María" La joven María, al contrario que el anciano Zacarías, acepta el anuncio y solo se pregunta como concebirá un hijo "¿cómo sucederá eso si no convivo con un varón?" Cuando el ángel le responde que "el Espíritu Santo vendrá sobre tí" ella responde con total entrega "Aquí tienes a la esclava del Señor, que se cumpla en mi tu palabra"
El relato de Lucas nos conduce a dos respuestas bien diferentes ante la voluntad de Dios. En la primera Zacarías recibe el anuncio de que sus oraciones han sido escuchadas y su mujer concebirá al hijo tan deseado. Dios le concede el gran afán de su vida, posiblemente cuando ya no lo esperaba por su edad, y a pesar de recibir esta gran alegría, su actitud es de desconfianza respondiendo desde su profunda humanidad exigiendo garantías del cumplimiento de la palabra de Dios.
María, sin embargo, responde desde la confianza en Dios. Ella no había pedido tener un hijo, y mucho menos al Hijo de Dios. Sabe que su situación será difícil puesto que José la puede repudiar, puede ser rechazada por su pueblo, y sin embargo, su confianza en Dios es total, de manera que se entrega totalmente, en cuerpo y alma, como la esclava del Señor, a la voluntad del Padre.
Esta actitud de María diciendo sí a Dios, es una lección constante para mi. Dejarse en las manos de Dios, humildemente, sin preguntarse nada, sin agobiarse por el qué dirán, por cómo saldrán las cosas, por cómo serán los resultados. La manera de decir sí de María me enseña el camino para poder sí yo también y no estar exigiendo pruebas a Dios como Zacarías. María, como siempre, es mi camino para llegar a Dios.
05/09/2012
Una lectura de Lucas (Lc. 1,5-25)
Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista. Lc. 1, 5-25
En más de una ocasión le pedimos signos a Dios con la excusa de sustentar nuestra Fe. Somos conscientes de nuestra debilidad y le queremos trasladar a Él nuestros problemas. Le pedimos un signo para creer o creer más, y muchas veces ese signo nos permitimos elegirlo nosotros, sea un acontecimiento concreto o alguna situación en nuestra vida.
Zacarías había orado en muchas ocasiones para que el Señor le diera descendencia, para perpetuar su nombre. Los versículos de Lucas no nos hablan sobre si su esposa, Isabel, le pedía a Dios lo mismo, aunque posíblemente así fuera también. Puede ser que viéndose ya mayor se hubiera resignado a no tener hijos, pero sin ninguna duda, siendo "los dos rectos a juicio de Dios" y procediendo "de acuerdo con los mandatos y preceptos del Señor" había orado en más de una ocasión para que el Señor le concediera la gracia de tener un hijo. Lo que sí que nos transmite Lucas, es que Zacarías persiste en la oración. Y, finalmente, el Señor escucha su oración e incluso le envía un ángel para anunciarselo, porque su hijo "será grande a juicio del Señor", "el que irá por delante".
Pero ocurre que Zacarías, aún viendo que su oración ha sido escuchada, duda y pide garantías. El sacerdote tiene delante de sí un claro signo de la existencia de Dios, un angel del Señor, y aún así, duda. Duda porque su Fe no le permite conocer aún que lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios. En todo caso, el Señor cumple su promesa e Isabel concibe un niño.
La actitud de Zacarías es muy humana, muy nuestra. Pedimos signos a Dios y los signos que nos envía no sabemos observarlos, no alcanzamos a interpretarlos y, en muchas ocasiones, no estamos dispuestos a aceptarlos. No es una cuestión de si Dios nos otorga o no aquello que pedimos, sinó que el problema está en nuestro propio corazón, en nuestra propia alma, porque no sabemos ver más que con nuestros ojos egocéntricos. A mí me ocurre a menudo. No veo más allá de mi incapacidad humana, no tengo la suficiente Fe como para entender que para Dios todo es posible. Me falta humildad para aceptarlo. Aunque también experimiento, cuando soy capaz (con la ayuda de la gracia) de ser humilde, la alegría que me inunda.
Tengo que dejarme inundar más por su gracia, tenemos que dejarnos inundar más por el Señor, para que nos ayude a superar nuestra incapacidad como seres humanos.
En más de una ocasión le pedimos signos a Dios con la excusa de sustentar nuestra Fe. Somos conscientes de nuestra debilidad y le queremos trasladar a Él nuestros problemas. Le pedimos un signo para creer o creer más, y muchas veces ese signo nos permitimos elegirlo nosotros, sea un acontecimiento concreto o alguna situación en nuestra vida.
Zacarías había orado en muchas ocasiones para que el Señor le diera descendencia, para perpetuar su nombre. Los versículos de Lucas no nos hablan sobre si su esposa, Isabel, le pedía a Dios lo mismo, aunque posíblemente así fuera también. Puede ser que viéndose ya mayor se hubiera resignado a no tener hijos, pero sin ninguna duda, siendo "los dos rectos a juicio de Dios" y procediendo "de acuerdo con los mandatos y preceptos del Señor" había orado en más de una ocasión para que el Señor le concediera la gracia de tener un hijo. Lo que sí que nos transmite Lucas, es que Zacarías persiste en la oración. Y, finalmente, el Señor escucha su oración e incluso le envía un ángel para anunciarselo, porque su hijo "será grande a juicio del Señor", "el que irá por delante".
Pero ocurre que Zacarías, aún viendo que su oración ha sido escuchada, duda y pide garantías. El sacerdote tiene delante de sí un claro signo de la existencia de Dios, un angel del Señor, y aún así, duda. Duda porque su Fe no le permite conocer aún que lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios. En todo caso, el Señor cumple su promesa e Isabel concibe un niño.
La actitud de Zacarías es muy humana, muy nuestra. Pedimos signos a Dios y los signos que nos envía no sabemos observarlos, no alcanzamos a interpretarlos y, en muchas ocasiones, no estamos dispuestos a aceptarlos. No es una cuestión de si Dios nos otorga o no aquello que pedimos, sinó que el problema está en nuestro propio corazón, en nuestra propia alma, porque no sabemos ver más que con nuestros ojos egocéntricos. A mí me ocurre a menudo. No veo más allá de mi incapacidad humana, no tengo la suficiente Fe como para entender que para Dios todo es posible. Me falta humildad para aceptarlo. Aunque también experimiento, cuando soy capaz (con la ayuda de la gracia) de ser humilde, la alegría que me inunda.
Tengo que dejarme inundar más por su gracia, tenemos que dejarnos inundar más por el Señor, para que nos ayude a superar nuestra incapacidad como seres humanos.
04/09/2012
Una lectura de Lucas
- Prólogo- (Lc. 1,1-4)
Lucas se decide a escribirle a Teófilo sobre "los sucesos que nos han acontecido" Afirma escribrirlo "todo en órden y exactamente, comenzando desde el principio" ¿Pero le está Lucas escribiendo a Teófilo un simple relato de unos hechos transcendentes? ¿Es su intención sencillamente literaria o histórica? No parece que sea esa su intención cuando afirma que "así comprenderás con certeza las enseñanzas que has recibido" Por esto, más bien parece que cuando Lucas manifiesta que va a realizar un relato pormenorizado y en órden es porque está buscando fidelidad a los hechos acontecidos para fundamentar con la propia vida de Jesucristo las enseñanazas que se le han transmitido a Teófilo, en definitiva, las que se han transmitido a todos los catecúmenos, a todos nosotros.
Desde esa voluntad de fundamentar las enseñanzas recibidas abrimos esta lectura y reflexión personal del Evangelio de Lucas para compartir la experiencia de la lectura de la Palabra de Dios a la luz de nuestra propia vida, sin ninguna pretensión exegética, sino simplemente desde la intención, como hemos señalado, de compartir la lectura de la Palabra de Dios.
Lucas se decide a escribirle a Teófilo sobre "los sucesos que nos han acontecido" Afirma escribrirlo "todo en órden y exactamente, comenzando desde el principio" ¿Pero le está Lucas escribiendo a Teófilo un simple relato de unos hechos transcendentes? ¿Es su intención sencillamente literaria o histórica? No parece que sea esa su intención cuando afirma que "así comprenderás con certeza las enseñanzas que has recibido" Por esto, más bien parece que cuando Lucas manifiesta que va a realizar un relato pormenorizado y en órden es porque está buscando fidelidad a los hechos acontecidos para fundamentar con la propia vida de Jesucristo las enseñanazas que se le han transmitido a Teófilo, en definitiva, las que se han transmitido a todos los catecúmenos, a todos nosotros.
Desde esa voluntad de fundamentar las enseñanzas recibidas abrimos esta lectura y reflexión personal del Evangelio de Lucas para compartir la experiencia de la lectura de la Palabra de Dios a la luz de nuestra propia vida, sin ninguna pretensión exegética, sino simplemente desde la intención, como hemos señalado, de compartir la lectura de la Palabra de Dios.
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