05/09/2012

Una lectura de Lucas (Lc. 1,5-25)

Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista. Lc. 1, 5-25

En más de una ocasión le pedimos signos a Dios con la excusa de sustentar nuestra Fe. Somos conscientes de nuestra debilidad y le queremos trasladar a Él nuestros problemas. Le pedimos un signo para creer o creer más, y muchas veces ese signo nos permitimos elegirlo nosotros, sea un acontecimiento concreto o alguna situación en nuestra vida.

Zacarías había orado en muchas ocasiones para que el Señor le diera descendencia, para perpetuar su nombre. Los versículos de Lucas no nos hablan sobre si su esposa, Isabel, le pedía a Dios lo mismo, aunque posíblemente así fuera también. Puede ser que viéndose ya mayor se hubiera resignado a no tener hijos, pero sin ninguna duda, siendo "los dos rectos a juicio de Dios" y procediendo "de acuerdo con los mandatos y preceptos del Señor" había orado en más de una ocasión para que el Señor le concediera la gracia de tener un hijo. Lo que sí que nos transmite Lucas, es que Zacarías persiste en la oración. Y, finalmente, el Señor escucha su oración e incluso le envía un ángel para anunciarselo, porque su hijo "será grande a juicio del Señor", "el que irá por delante". 

Pero ocurre que Zacarías, aún viendo que su oración ha sido escuchada, duda y pide garantías. El sacerdote tiene delante de sí un claro signo de la existencia de Dios, un angel del Señor, y aún así, duda. Duda porque su Fe no le permite conocer aún que lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios. En todo caso, el Señor cumple su promesa e Isabel concibe un niño.

La actitud de Zacarías es muy humana, muy nuestra. Pedimos signos a Dios y los signos que nos envía no sabemos observarlos, no alcanzamos a interpretarlos y, en muchas ocasiones, no estamos dispuestos a aceptarlos. No es una cuestión de si Dios nos otorga o no aquello que pedimos, sinó que el problema está en nuestro propio corazón, en nuestra propia alma, porque no sabemos ver más que con nuestros ojos egocéntricos. A mí me ocurre a menudo. No veo más allá de mi incapacidad humana, no tengo la suficiente Fe como para entender que para Dios todo es posible. Me falta humildad para aceptarlo. Aunque también experimiento, cuando soy capaz (con la ayuda de la gracia) de ser humilde, la alegría que me inunda.

Tengo que dejarme inundar más por su gracia, tenemos que dejarnos inundar más por el Señor, para que nos ayude a superar nuestra incapacidad como seres humanos.

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